martes, 17 de marzo de 2015

Cuando los Intelectuales saben de Arquitectura (2) / Sometimes the Intellectuals know about Architecture


- ARQUITECTURA Y LITERATURA -


Me he preguntado a menudo por qué entre los intelectuales apenas existe un conocimiento básico de la arquitectura, y de cómo puede analizarse también al margen de las técnicas constructivas, la funcionalidad, el cálculo, etc. Sin embargo hay interesantes excepciones de escritores que la han analizado acercándose a su esencia poética, ese ámbito en el que la arquitectura se escribe con mayúsculas y que sólo en contadas ocasiones es conquistado por edificaciones o espacios urbanos.






CATEDRAL DE OVIEDO. S-XIII. Fuente: http://www.rutaclariniana.es


"Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces lineas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo, no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegantes balaustradas, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire, y como prodigio de juegos malabares, en una punta la caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.

Cuando en las grandes solemnidades el cabildo mandaba iluminar la torre con faroles de papel y vasos de colores, parecía bien, destacándose en las tinieblas, aquella romántica mole; pero perdía con estas galas la inefable elegancia de su perfil y tomaba los contornos de una enorme botella de champaña- Mejor era contemplarla en clara noche de luna, resaltando en un cielo puro, rodeada de estrellas que parecían su aureola, doblándose en pliegues de luz y sombra, fantasma gigante que velaba por la ciudad pequeña y negruzca que dormía a sus pies".


"La Regenta". Leopoldo Alas Clarín

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